Juan García Salazar,
fallecido el 18 de julio de 2017
¿Cómo
decir adiós a mi hermano Juan? ¿Cómo encontrar las palabras para abrazar su
compañera, mi hermana Mónica, desde esta tierra lejana que, por una calamidad doméstica,
no me permite estar físicamente a su lado donde debo estar?
Familia.
Esa es lo que el hermano Juan y yo siempre decíamos: somos familia. Familia no
de sangre –la sangre, como Juan decía, no asegura nada. Somos familia sembrada
y cultivada desde el corazón. Un corazón que siente a la vez que piense. Ahora
con su partida hermano Juan, mi corazón está roto, parte de él se fue con
usted. Ojalá lo puede sentir acompañándole en su viaje de reencuentro.
Cuando
hablábamos hace una semana, me dijo que estaba esperándome. Que habían muchas cosas
aun por conversar. Me aseguraba que me iba a esperar. Pero parece que el Abuelo
Zenón y la Abuela Débora le llamaron antes; a los ancestros y las ancestras se tiene
que escuchar, esa es una de las muchas enseñanzas que usted me dejó maestro hermano
Juan.
Recuerdo
con mucha claridad ese día en marzo de 1999 que usted apareció por primera vez en mi oficina en la
Universidad. Vino, sin conocerme, a darme
los primeros encargos. Los asumí sin preguntar o cuestionar. Con los años se
ampliaron y extendieron; traté de nunca fallar. Aprendí desaprendiendo y
reaprendiendo, así tomándolos todos con cariño, compromiso, aché y responsabilidad,
entendiendo siempre su sentido y proyecto colectivo, no personal o individual. Hacer
la memoria colectiva andar y caminar, de reconocerla como conocimiento y no
folklor, ha sido parte también de la forma muy nuestra -construida y cultivada
a lo largo de los años- de escribir conversando, conversar escribiendo, un pensar
y sembrar que continuó tomando nuevos niveles de profundidad durante este
tiempo de su enfermedad.
De
todas las enseñanzas que me ha dado hermano, todavía faltaba una: de cómo
seguir sin usted; ¿cómo enfrentar el presente y futuro caminar y andar? Escucho
sus palabras, palabras que a la vez son del Abuelo Zenón:
El
sembrador o la sembradora no deciden ser sembradores, ni deciden lo que tienen
que sembrar, ni pueden escoger la tierra donde tienen que sembrar, eso es un
encargo de los ancestros y las ancestras, es la magia que de ellos y ellas nace
que les ordena qué semilla sembrar, dónde, y cuándo sembrar. Usted es
sembradora, entonces siembra y cultive la semilla que los ancestros y las
ancestras ponen en sus manos…
…Siembro,
cuido y cultivo la semilla que nos dejó, que me dejó, el maestro hermano Juan.
- Catherine Walsh, Boston, EEUU, 19 de
julio 2017
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